miércoles, 29 de octubre de 2014

Amores que matan

Como un hilo corriente y sin importancia entre la multitud del gentío, anónima y única a la vez.
Como el tacto, muestra un exterior áspero, con una actitud férrea y solemne.
Dicen de ella que es muy seria, pero ella ha bailado para mí, moviéndose de manera pomposa al ritmo de los grillos nocturnos.
Siempre se portó muy bien conmigo, a pesar de haber sido tan egoísta con ella. Sólo la llamaba en mis días malos, y siempre estaba ahí, esperando en mi sótano. Era en esos momentos cuando mis manos temblorosas la buscaban, nerviosas e impacientes.
Era en esos momentos en los que no podía más cuando ella me animaba, alzando mi cuerpo y mi ánimo, llenando mis pulmones y alzando mi barbilla. Nunca me falló.
Solía quedar con ella a menudo. Una vez, estuve meses sin ir a visitarla, y estaba que se subía por las paredes, pero en el fondo sabía que me gustaba verla, a pesar de ser un amor insano.
Por mucho que me engañara a mí mismo, en el fondo sabía que quería conocerla más, pues cada vez que hablábamos yo acababa con un nudo en la garganta. Sabía que quería enrollarme con ella. Sabía que quería acariciar cada centímetro de su anciana piel. Ella me contaba cómo era el mundo en realidad. Ella me ofrecía el perdón divino. Ella me libraba de mis pesadillas, de mis miedos. Ella me hacía volar como nadie nunca lo había hecho. Me hacía sentir pleno. Me hacía sentir vivo... y muerto a la vez.
Te echo de menos. Siento haberte dejado allí colgada, mientras sujetabas por mi cuello mi cuerpo inerte.

sábado, 25 de octubre de 2014

Inservible

Tumbado a oscuras pienso más que sentado de día. Y a pesar de que no suelo pensar lo que escribo, estoy tumbado, mi única luz es la de la pantalla, y la noche gime porque hoy nadie le ha dedicado una melodía.  
No sirvo para ésto, me digo. Pero soy humano y puedo y quiero errar. Y por ello necesito plasmar todo lo que pueda, sacar de mí todo ese alboroto de ideas que revolotean por mi cabeza sin un destino fijo. Darles cobijo en el folio, en la pantalla, en tus labios susurrándolas.
No sirvo para ésto, me repito. Pero el poder lo tiene quien no debe y el derecho nadie. Por eso quiero permitirme el lujo de tener el derecho a creer que puedo hacerlo.
No sirvo para ésto, afirmo. Pero a pesar de ello me asfixia la idea de morir pensando que podría haberlo hecho, aunque no sé si compensa el saber que no pude después de intentarlo.
No sirvo para ésto, me grabo a fuego en la frente. Aunque si en la vida todo es contradicción, no debo ser menos, y puede que en el destino que detesto esté escrito, o el karma en el que no creo me obligue a hacerlo.
No sirvo para ésto, lo sé. Pero si no sé si ni siquiera existo, ¿por qué iba a saber algo?
No sirvo para ésto, está claro; así  que haré lo que esté en mi mano y en mi mente para demostrarlo.
Bread 2