Ya nadie despide a los aviones.
Los adultos son demasiado adultos,
y enseñan a los niños a crecer,
a trabajar,
y a dejar de creer.
A aprender.
Aprender que el avión vuela demasiado alto.
Aprender que nadie los verá.
Que nadie de dentro de ese avión les escuchará.
Que los de fuera, tampoco lo harán.
Quizá la lección es inversa y debamos desaprender.
Entender que un gesto cambia mucho,
sino dentro del avión,
sí que lo hace dentro del propio ser.
Entender que las cosas no se hacen con un sentido.
Que el pragmatismo es una idea loca que nos han metido
ya que el ser humano es antipragmático de por sí
y sí, nos han mentido.
Que los protocolos,
el hacer creer algo que no es,
el guión en las conversaciones,
el querer parecer,
son todo pamplinas de una raza
que quiere ser justo lo que no puede ser.
que quiere ser justo lo que no puede ser.
¿Dónde están los deseos,
las ganas de revolución,
romper con lo establecido,
hacer lo que nos venga en gana,
sólo y solo sólo si tenemos ganas,
el no sentirnos culpables si la hemos cagado,
el ser sincero dentro y fuera de la boca,
el desplomarse cuando lo necesitamos,
el dejar de intentar parecer una roca?
¿DÓNDE?
...quizás están tan lejos como ese avión,
y lo único que podemos hacer es despedirnos de él.