domingo, 8 de septiembre de 2013

Alma de Álvaro (Parte I).

"¡Hola!" No, demasiado típico...mmmmm... "¿Qué hay? Pasaba por aquí y..." ¡No, Dios, no!... Bueno, ya se me ocurrirá algo, esta vez le tengo que hablar sí o sí. ¡Vaya!, ahí está, tan dulce, como siempre. Esa forma de mirar mientras se acaricia su pelo tan liso... ¡Ya, tío, céntrate! Hoy vamos a algo sencillo, tengo que probar a saludarle. No tiene por qué suponer un reto, ¿no? Venga, vamos allá... Pero, ¡ey, despierta! ¡Dile algo de una vez! ¡Un simple "hola" basta! ¡Joder! ¡Está esperando a que le hables! Buah, da igual, aunque le hable nunca se fijará en mí... Sólo soy ese chico al que de vez en cuando ve, una simple persona más, distorsionada y mezclada entre la multitud compuesta por sus círculos sociales... Su voz es melodiosa, como sacada de los cuentos de hadas que mi madre me leía de pequeño, entre caricias y susurros. De hecho, ella es eso, un ser superior al resto de personas que componen la Tierra, formado a partir de amor puro y destinado a hacernos sentir vulnerables ante sus brillantes ojos. Dudo que quiera malgastar saliva dirigiéndome un simple saludo. No me lo merezco, de igual forma. Yo no soy tan perfecto. Ella sí. Cada poro de su piel es perfección. Es tan perfecta que no sabe que lo es. Si alguien me escuchara, a lo mejor pensaría que estoy exagerando, ya que la perfección no existe. Bien, eso es porque no conoce a Julia. Y no me refiero a una "casi-perfección". Ella no es que roce la perfección, ella la toca, la abraza y se acuesta con ella todas las noches. La gente suele preocuparse por tonterías, distraídas con problemas sin importancia. Pero ella no. Cada mañana, cuando salgo de mi casa, la veo sentada en su terraza , sujetando con sus delicadas manos su taza de café azul, su favorita, mirando entretenidamente nada en concreto: las plantas, los pájaros, los coches que pasan; disfrutando de la vida, observando su alrededor cada segundo como si de una obra se tratase.  Mis pulmones no merecen respirar el mismo aire que el suyo, aún así lo hago. Mis ojos no merecen verla, aún así lo hago.  Mi boca no merece hablarle, aún así lo intento... Pero no puedo. Temo quedar mal delante de ella, inferior a los otros cientos de tíos que le habrán hecho reír, que le habrán hecho feliz... Sin embargo, aquí estoy, delante de ella, con cara de bobo y totalmente mudo. Si me dirigiese la palabra... No, no soy merecedor de tal honor, tan inalcanzable para mí. Si lo hiciera, si dirigiera su sensible voz hacia mí, sería feliz....muy feliz...
     -¡Buenos días, Álvaro!
Sa...sa...sabe mi nom...¡SABE MI NOMBRE! 
*Se desmaya*

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